Por cuarta vez en el año, la web Wikileaks irrumpió con todo su potencial rebelde e imposible de parar. Con intervalos de meses, el sitio liderado por el australiano y antiguo hacker Julian Assange logró concentrar las miradas de la prensa mundial, y burlar, otra vez, el ahora errático sistema informativo norteamericano.
Emergente, e impulsor a la vez, del desarrollo de las tecnologías de la información, Wikileaks se dedica a filtrar y divulgar información confidencial o reservada, especialmente de carácter gubernamental, aunque también corporativa, brindada por fuentes anónimas. Según se informa en wikileaks.org, el tráfico de información del sitio (donde circulan más de un millón de documentos) se sostiene gracias al trabajo de “un grupo mundial de gente” compuesto por “periodistas, programadores de software, ingenieros de redes, matemáticos y otros”. Ese conjunto de personas, bajo la tutela de la virtualidad y el anonimato, pelea -explica el sitio- a favor del libre acceso a la información, la libertad de prensa y la total transparencia de las cuestiones públicas.
De acuerdo con el diario español El País, se trata de una plantilla estable de unas veinte personas, con casi un millar de colaboradores dispersos por el planeta. Una de las características que enfatiza el sitio, precisamente, se refiere a la protección de esas decenas de miles de fuentes. Wikileaks instruye cómo filtrar información hacia la página sin ser descubierto. El resguardo está dado, entre otras medidas, por la utilización de una conexión cifrada, procesos de encriptación de mensajes, utilización de dominios falsos y la puesta en marcha de distintos servidores en varios países.
Un aceitado funcionamiento que, para muchos, expresa el gran ejemplo de la inteligencia colectiva. El sitio está financiado con donaciones, también anónimas.
Nacido en diciembre de 2006, Wikileaks (Wiki, por su formato, y Leaks, en inglés: filtrar) se encuentra en la mira del gobierno norteamericano. Entre sus filtraciones estelares, en abril de este año, sacó a la luz un video que muestra cómo militares estadounidenses asesinaron a una docena de civiles en Irak, entre ellos dos trabajadores de la agencia Reuters. Impotente, en julio y octubre últimos, Estados Unidos sufrió nuevas fugas de información. Se trató de documentos con reportes sobre la guerra de Afganistán (77 mil documentos) e Irak (400 mil archivos). En ellos, se describen los aspectos más cruentos y polémicos del accionar de los soldados norteamericanos y sus aliados, en esas contiendas bélicas.
Ahora, el flanco débil fue nada menos que el corazón de la diplomacia estadounidense; el próximo, aseguraron desde Wikileaks, será la banca internacional.
Los análisis respecto del fenómeno Wikileaks están divididos, e inclusive parece pronto señalar efectos a largo plazo. Un aspecto destacado, por lo menos, como polémico se refiere al modo en que Wikileaks eligió posicionar mediáticamente su material.
El sitio seleccionó como amplificadores de sus informaciones a las cinco publicaciones de renombre internacional The New York Times, El País, Le Monde, Der Spiegel y The Guardian. Luego, el sitio les brindó a esos medios el total de los 251.287 cables confidenciales de la diplomacia norteamericana para que, construcción de la noticia mediante, los reelaboraran de acuerdo a su perspectiva e intereses. De modo inédito, el grupo de los cinco medios coordinó para publicar la noticia al mismo tiempo, o, más bien, la difusión de aquellos aspectos que juzgaron importantes para el público.
Lo curioso, en definitiva, también radicó en que los periodistas encargados del material se contactaron con el Departamento de Estado norteamericano para prevenirlos antes de publicar la información, aviso a partir del cual, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, aprovechó para pedir las disculpas del caso, por adelantado.
La plataforma digital planetaria sobre la que se desarrollan las comunicaciones pone de relieve la dificultad que tendrán los gobiernos para prevenirse de futuras filtraciones.
Para esta última gran fuga de información, casi con certeza, las fuentes anónimas provienen del propio riñón de la burocracia estadounidense, de entre quienes tienen acceso a la red secreta Siprnet, que transmite documentos referentes a las relaciones exteriores y de defensa, y a la que acceden más de dos millones de empleados.
Por el volumen de la información, sería imposible que se tratara de una sola persona movida por fines altruistas, sino, más bien, se relacionaría con un fenómeno que trasluce las propias luchas internas dentro del gobierno estadounidense.
Por lo pronto, Bradley Manning, un analista de inteligencia de 22 años es el único preso. Los enemigos anónimos del gobierno de Barack Obama, enquistados en la burocracia estatal, aprovecharon las fisuras a la privacidad expuestas por la primera potencia mundial.
Extraido de CIENCIAS SOCIALES HOY
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