por Pablo Alberto Valenzuela (*)
“¿Dónde está el proyecto de este gobierno? ¿A qué se refieren con esas siete grandes reformas estructurales que deberían cambiar el país? ¿Por qué lloran que cuatro años es poco tiempo? Sí, es poco tiempo y no se debe perder en conflictos políticos innecesarios o en explotar supuestos éxitos del gobierno que no pasan de la coyuntura. De estructurales, nada… de transformadores, menos”
¿Qué son los problemas reales de la gente? En el discurso el concepto ha sido ampliamente utilizado y las campañas de la derecha, al menos desde el año 99 con Joaquín Lavín, han incluido la idea de preocuparse por esos problemas reales: delincuencia, pobreza, desempleo, falta de oportunidades. Es muy probable que a eso se hayan referido Lavín y Piñera cuando en las sucesivas campañas planteaban que su rol iba a ser abandonar la politiquería y las discusiones en las cúpulas partidarias por preocuparse de los problemas reales de la gente.
Y aún más lejos. El programa de gobierno del Presidente Piñera fue elaborado en gran parte a partir de estudios de opinión pública que buscaban revelar aquellos asuntos en los que la gente se encontraba más disconforme con el trabajo de la concertación y apuntar allí el trabajo de los grupos Tantauco, según indica el ministro Andrés Allamand en su libro La estrella y el arcoíris.
No creo que sea negativo que los gobiernos ―o los candidatos― se nutran de estudios de opinión pública. La Concertación probablemente también lo ha hecho y eso muestra una nueva forma de canalizar las demandas ciudadanas. Ya no sería la élite la que le plantea a los ciudadanos hacía dónde ir, sino que son las personas a través de encuestas las que revelan lo que quieren. Los candidatos, entonces, lo sistematizan en un programa de gobierno que le ofrecen a los electores.
Pero ¿hasta que punto eso favorece la actividad política? Históricamente los partidos políticos les han planteado a los chilenos discursos de cambios y transformaciones. El discurso no ha sido que un período de gobierno es poco tiempo para realizar el programa y, por lo tanto, pedirle a los votantes renovar la confianza en la coalición gobernante una vez que su tiempo se acabe, justificando así la ineficacia de los primeros años. Muy por el contrario, en la política de masas del siglo XX cada presidente ha instalado potentes ideas de cambio para el país que desean legar una vez que dejen La Moneda.
¿Qué cosas nos han quedado? La Constitución de 1925 con Alessandri. El fortalecimiento de la educación pública y la industrialización de Pedro Aguirre Cerda y Juan Antonio Ríos, la reforma agraria y la patria joven, con Frei Montalva. La transformación nacional del Presidente Allende, la estabilidad democrática de Aylwin, la modernización de Frei Ruiz-Tagle, el crecimiento con igualdad de Lagos y la protección social de la Presidenta Bachelet.
La política presidencial se basa en discursos transformadores o de profundización de cambios. Y no es que los gobiernos no tengan que preocuparse de los problemas que afectan a la gente, dejarlos de lado sería un error político grave. Pero más allá de eso, algo de cada gobierno debe quedar en la historia. Los países enfrentan siempre grandes desafíos de desarrollo y es tarea de los gobiernos enfrentarlos. De ahí la importancia de los grandes proyectos que se traducen en políticas públicas y bien pueden ser efectivos o no, materializarse o no, pero deben constituir el tronco desde el cual va surgiendo la mayor acción política de los mandatarios.
Es decir, asumamos que durante los gobiernos van apareciendo problemas que no estaban considerados. Carlos Matus, el fallecido ex ministro de Economía del Presidente Allende, le llama a estos problemas “problemas ocasionales” que ponen a prueba la capacidad de reacción de los gobiernos. Desastres naturales, problemas externos, escándalos de corrupción, entre otros. Pero no son estos temas los que deben dominar en la agenda. El terremoto en Chile ha sido un tema muy importante, pero Pedro Aguirre Cerda vio en el terremoto de Chillán la gran ventana de oportunidad para impulsar la industrialización del país y de él eso nos queda. En suma, un gobierno no puede quedarse en aquellos problemas ocasionales. Hacerlo demuestra el pequeño poder de anticipación a los problemas y de manejo de la agenda.
¿Dónde está el proyecto de este gobierno? ¿A qué se refieren específicamente cuando hablan de las siete grandes reformas estructurales que se supone deberían cambiar el país? ¿Por qué lloran repetidamente respecto a que 4 años es poco tiempo? Estamos de acuerdo en que es poco tiempo y por lo mismo no se debe perder en conflictos políticos innecesarios o en explotar supuestos éxitos del gobierno que no pasan de la coyuntura. De estructurales, nada… de transformadores, menos. Y no es apelar a un lugar común el hecho de decir que este gobierno no tiene un relato, como lo ha hecho insistentemente Pablo Longueira en cuanta entrevista ha dado. Y es que de verdad, no lo tiene.
Lo que en algún momento parecía un discurso de la Coalición, eso de la nueva forma de gobernar, se derrumbó poco a poco. La gente no evalúa formas, evalúa resultados y de eso se ha visto poco, incluso en temas extremadamente urgentes, como la reconstrucción en las regiones azoladas por el terremoto. El Gobierno demoró casi un año en enviar al congreso proyectos de ley anunciados en el mensaje del 21 de mayo de 2010 y algunos todavía no se mandan. Los problemas ocasionales han dominado la agenda y se sale de un conflicto político para caer a otro. La Concertación, aún desordenada y dañada por la derrota, no ha tenido que esforzarse mucho para hacer ver los errores que se cometen en palacio. Es el mismo oficialismo el que los deja de manifiesto.
Y el error está justamente en pensar que basta con solucionar los problemas reales de la gente. Y no es que no haya que hacerlo, pero ¿cómo se estructura un proyecto de gobierno en torno a esos problemas? Este gobierno ha dicho que en 2018 Chile será un país desarrollado usando una definición obsoleta de desarrollo, aquélla que nos habla de PIB per cápita pero que pasa por alto la calidad de vida, y olvidando que su gestión termina en 2014.
Todos los gobiernos solucionan problemas. Es algo connatural a la acción política. Todos los gobiernos entregan viviendas, pagan subsidios, hacen transferencias a servicios públicos entre muchas otras cosas. Pero es algo tan inherente a la acción gubernativa que no son temas de los que uno se acuerde y por los cuales después los gobierno sean recordados y evaluados. De este gobierno no nos queda mucho: todavía me pregunto por qué tendremos que recordar a Sebastián Piñera y hasta ahora la respuesta que me doy es que sólo será por haber sido el primer Presidente de derecha elegido democráticamente en 50 años y que si no fuera por un terremoto al inicio de su gobierno, pocos hablarían de él en 20 ó 30 años más. Que coincidencia. Parecido a lo que fue el gobierno de Jorge Alessandri.
(*): Licenciado en Ciencias Políticas y Gubernamentales y estudiante de Magíster en Ciencia Política de la Universidad de Chile. @pau_albert
Extraido de Sentidos Comunes
No hay comentarios:
Publicar un comentario