La carrera más angustiosa se corre otra vez esta
semana. Participan 270 mil jóvenes, la mayoría de clase media y pobres. El
premio: entrar a una de las mejores universidades y dar un salto en la historia
familiar. La brecha de calidad que diferencia a los de colegios particulares y
los otros hace que la carrera la ganen los más ricos. Una prueba predecible.
Porque la PSU deja afuera a 12 mil estudiantes de excelencia de los colegios
municipales, con promedio sobre 6, que no logran sacar 400 puntos porque les
preguntan cosas que jamás les enseñaron. Una ola de talentos desaprovechados.
Doscientos setenta mil jóvenes
definen en estos días de diciembre parte de su futuro de vida a través de la
Prueba de Selección Universitaria (PSU), vigente desde 2003. No es una prueba
más. Porque las voces que la cuestionan cobraron esta vez una fuerza inédita.
Como las de un importante grupo de académicos e investigadores que insisten en
que esta prueba está construida de tal manera, que aunque los jóvenes crean que
tienen todas las posibilidades abiertas y que el destino depende de ellos, sus
caminos están delimitados por surcos profundos y el resultado de la PSU será en
buena medida un reflejo del sector económico del que vienen. A los que
provienen de familias con más recursos les irá mucho mejor que a los de
familias más vulnerables. En promedio, ser del quintil más rico asegura 150
puntos de ventaja sobre el quintil más pobre.
La tendencia es tan marcada
y constante, explica el académico Francisco Javier Gil, que “si el movimiento
universitario de este año hubieran conseguido la educación gratuita que pedía,
no habría significado mucho para los alumnos más pobres, porque ellos no están
llegando a las universidades”.
La frase de Gil, ex decano
de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Santiago (Usach) y ex rector de
la Universidad Cardenal Silva Henríquez, es un espolonazo a las demandas que
movilizaron a tantos jóvenes este año: “Lo hemos dicho cientos de veces: lo
primero que hay que cambiar es la forma como los estudiantes son seleccionados.
Luego viene el tema de la gratuidad”.
Gil ha estudiado por muchos
años los efectos de las pruebas de selección universitaria. Era un acérrimo
adversario del examen anterior, la Prueba de Aptitud Académica (PAA). En ese
entonces sostenía que la que la PAA no medía ni inteligencia ni constancia,
tampoco la publicitada aptitud para seguir estudios superiores. La PAA, media
conocimiento. Igual que la PSU.
¿Qué tiene de malo medir
conocimiento? Los argumentos de Gil apuntan a que a los jóvenes cuyas familias
tienen más recursos no les va mejor en la PSU porque sean más listos que los de
quintiles más bajos. La inteligencia, las aptitudes para el estudio o el
esfuerzo están uniformemente repartidos en la sociedad. Pero el conocimiento no
está igualmente distribuido. Aprender implica haber tenido acceso a aprender;
haber contado con libros y profesores de calidad; haberse formado en ambientes
donde la cultura tiene sentido. Todo eso cuesta dinero. Para Gil, preguntar por
conocimientos es, entonces hoy, casi como preguntar por la cantidad de recursos
de que dispuso la familia para educar a su hijo.
Hoy la PSU permite postular
a 33 universidades. De ellas 25 componen el Consejo de Rectores (CRUCH), las
tradicionales. Y hay ocho privadas más que usan la prueba para seleccionar a
sus alumnos: UDP, U Mayor, Finis Terrae, U. Andrés Bello, Adolfo Ibáñez, U. de
los Andes, U. del Desarrollo y Alberto Hurtado.
Junto a un grupo de
académicos, dirigentes estudiantiles e investigadores, Gil ha sido uno de los
impulsores de sistemas alternativos de admisión a las universidades, pues cree
que la PSU no sólo refleja la desigualdad de ingresos que existe en Chile
(récord en el mundo según la OCDE), sino que constituye un nuevo acto de
discriminación: impide a estudiantes pobres que tienen habilidades -pero no
tuvieron acceso a conocimientos- continuar una carrera profesional de cierta
calidad.
Según sus cálculos, cada
año -y éste no será distinto- se pierden 12 mil alumnos de excelencia de la
educación municipal. Alumnos que se esforzaron para obtener un 6,0 de promedio.
Jóvenes que si hubieran tenido la oportunidad de estudiar en otros colegios,
podrían haber aprendido más. “No podemos tener un paradigma de mérito basado en
la PSU, porque el rendimiento en la PSU depende del sector socioeconómico”,
concluye Gil.
Un reciente estudio de los
académicos Mónica Silva y Mladen Koljatic, ambos de la Facultad de Ciencias
Económicas y Administrativas de la Universidad Católica, refrenda las críticas
expresadas por Gil. Los argumentos de Koljatic y Silva son fundamentalmente
tres.
El primero es que, en la
medida que la PSU ha incrementado la medición de los contenidos específicos de
la enseñanza media, ha ido discriminando cada vez más a los alumnos de colegios
municipales. Entre 2004 y 2007 la PSU aumentó gradualmente la cantidad de
contenidos que evalúa y, a medida que éstos crecían, se incrementaban las
diferencias de puntajes entre colegios particulares pagados y los municipales.
Entre 2004 y 2011, en la PSU de Matemáticas, los primeros subieron su
rendimiento en 17 puntos promedio, mientras que los municipales
técnico-profesionales han bajado 6 puntos promedio. La brecha actual entre
ambos establecimientos es de casi 100 puntos: 551 para los particulares; 455
para los municipales técnico-profesionales.
En el caso de la PSU de
Lenguaje, los establecimientos particulares han progresado en 13 puntos durante
estos ocho años, mientras que los municipales técnicos han bajado 7. La
diferencia actual en Lenguaje es de 88 puntos entre los dos tipos de
establecimientos (Tabla 1). Solo si ocurre un cataclismo la PSU que se está rindiendo
en estos días arrojará resultados distintos.
Tabla 1 |
“No hay ninguna prueba que
mida ciento por ciento contenido o habilidad. Todas piden un poco de ambas,
pero el problema de la PSU es el exceso de contenidos. En un sistema donde a
los chicos de sectores vulnerables no les alcanzan a pasar todos los
contenidos, una prueba como ésta los perjudica sin ninguna duda”, explica
Koljatic.
El segundo argumento de
Koljatic y Silva es que la PSU no resulta efectiva para la que debiera ser su
principal tarea: seleccionar a los alumnos más capacitados para estudiar en las
universidades tradicionales. Los informes del Comité Técnico Asesor de las
universidades tradicionales -reunidas en el Consejo de Rectores de las
Universidades Chilenas (CRUCH)-, sostienen que la PSU tiene capacidad de
predecir el rendimiento universitario. En cambio, Koljatic y Silva calcularon
que esta capacidad es baja y ha disminuido a lo largo de los años a medida que
ha aumentado el contenido evaluado en la PSU. Es decir, la PSU no estaría
eligiendo a los que tienen más habilidades para seguir estudios superiores.
Para demostrar la escasa
capacidad predictiva de la prueba, ambos investigadores cruzaron el puntaje PSU
logrado por los alumnos con las notas que obtuvieron en el primer año de
universidad (basados en la información entregada por el Consejo de Rectores).
El resultado se plasmó en una tabla donde (–1) es el nivel más malo de
capacidad de predecir y (+1) la mejor capacidad predictiva. Según el análisis, la
PSU de Matemáticas sólo alcanzó 0,25 puntos en 2007 (Tabla 2) El mejor nivel se
logró en 2004, el año en que se midieron menos contenidos, cuando llegó a 0,29.
Tabla 2 |
En el caso de la PSU de
Lenguaje, los datos son aún peores: “Al inspeccionar la información reportada
por el Consejo Técnico Asesor se advierten problemas de capacidad predictiva,
por cuanto ésta es muy baja a lo largo de los años, incluso cercana a cero y de
signo negativo para algunas carreras. Se trata, claramente, de una prueba que
no está aportando mayormente a predecir el rendimiento universitario en ninguno
de los grupos y que por lo tanto debiera ser revisada”, describe el
estudio de Koljatic y Silva, publicado en el Centro de Estudios Públicos (CEP)
en 2010.
El último más grave defecto
de la PSU para ambos académicos dice relación a cómo esta prueba perjudica a un
grupo específico dentro de los alumnos más vulnerables: los que estudian en
establecimientos técnico-profesionales.
La PSU, dicen los
investigadores, fue diseñada para evaluar los contenidos mínimos de la
enseñanza científico humanista, desde 1º a 4º medio. Sin embargo, en su
creación y aplicación no se tomó en cuenta el currículum de los colegios
técnicos profesionales, que carecen de cursos de Ciencias desde 3º medio. Un
grave defecto del sistema educativo que perjudica la formación de estos
estudiantes. Y la PSU vuelve a sancionarlos al incluir preguntas sobre estos
contenidos.
Hoy, según un estudio del
Ministerio de Educación, la mayoría de los alumnos de colegios técnicos profesionales
aspiran a continuar sus estudios en la Educación Superior. Pero los casi 74
mil alumnos de colegios técnico-profesionales que rindieron la PSU en 2010
-cerca de un 30% del total- se encontraron en el examen con materias que nunca
pasaron en sus salas de clases. Y esa es solo una parte de la desventaja que
tienen.
Según datos del Ministerio
de Educación, los alumnos que estudian en colegios técnicos tienen cursos
presenciales de formación general (como Lenguaje o Matemáticas) solo 12 horas a
la semana, mientras que los estudiantes de colegios científico-humanistas pasan
27 horas semanales.
-No es justa una prueba que
mide oportunidad de aprender más que capacidad de aprender. Porque esos alumnos
no han estado expuestos a la materia de la PSU y nunca tuvieron la oportunidad
de aprender -explica Mónica Silva.
-El aumento de contenidos a
evaluar en la PSU fue un error y no se sostiene ni en función de un argumento
de mayor equidad ni sobre la base de una ganancia en la capacidad predictiva
promedio de las pruebas –refrenda Koljatic.
EL PADRE DE LA PSU
Los autores intelectuales
de la PSU son Jorge Manzi, doctor en psicología, director del Centro de
Medición MideUC y profesor de la Universidad Católica; y David Bravo,
economista de la Universidad de Chile. Ambos, además, son parte del comité
encargado de evaluar los resultados cada año e informar al Consejo de Rectores
sobre la capacidad de la prueba de seleccionar a aquellos que tendrán un mejor
desempeño académico en la universidad.
Jorge Manzi no niega la
brecha entre los puntajes que obtienen los alumnos más acomodados y los de
colegios técnico-profesionales. Pero discute que sea una distorsión provocada
por la prueba. Cree que ésta solo refleja los problemas del sistema de
educación y asegura que no ganaríamos nada ignorando la información que
entrega. Desde ese punto de vista, la PSU es el termómetro y marca cuán enfermo
está el sistema.
-La escuela debe atenuar
las desigualdades de origen, de familia. Entonces, si la prueba se basa en el
currículum de la escuela y no en lo que le enseñan al niño en la casa,
deberíamos aspirar a que ese colegio iguale a los alumnos -explica Manzi.
A juicio del padre de la
PSU si esa nivelación no ocurre, como de hecho sucede, no es problema de la
prueba sino de la formación escolar.
Manzi niega tajantemente,
también, que desde que entró en vigencia la PSU haya aumentado la brecha de
puntajes entre estudiantes ricos y pobres. Sostiene que eliminando factores,
como la educación de los padres (lo que llama “ajustar” los datos), incluso disminuye la distancia en comparación con la antigua PAA. Y
señala otros elementos que están incidiendo en los resultados y llevando a
creer que la prueba acentúa la distancia:
-Muchos hablan de las
brechas como si los alumnos se hubiesen congelado en el tiempo. Pero resulta
que desde la primera PSU hasta hoy se ha ido produciendo una migración
progresiva desde colegios municipales a subvencionados, dejando en los primeros
a los más pobres. Por eso, comparar hoy a los colegios particulares con los
municipales, no es lo mismo que en 2004. Hace seis años el grupo de alumnos que
venía de establecimientos municipales era un grupo socioeconómicamente más heterogéneo
y más elevado culturalmente. Por otra parte, a partir de 2006, la PSU es gratis
por lo que todos los que antes se habían segregado, ahora la rinden. Estos
elementos hacen que la brecha parezca aumentar, pero no es un hecho real.
Koljatic y Silva refutan a
Manzi. Sostienen que ellos aplican los mismos controles estadísticos que el
comité asesor del CRUCH para calcular la brecha. Es decir, dejaron de lado el
peso que tiene la herencia cultural de los alumnos. Lo que ocurre, dicen, es
que Manzi no divide la educación municipal en Científico-Humanista y Técnico
Profesional, por lo que en su retrato no aparecen destacados éstos últimos, los
más perjudicados.
“La diferencia entre los
resultados del comité técnico del Consejo de Rectores y los nuestros es que
detallamos las brechas de puntajes de los colegios técnicos profesionales. Los
informes del CRUCH agrupan a todos los municipales”, explica Koljatic. A esto,
añade, se debe que “no se vea” la disminución de los puntajes en las
estadísticas oficiales, ya que el grupo de colegios municipales técnicos es el
único que presenta números progresivamente rojos.
Para el creador de la
prueba, los resultados de la PSU representan un avance en comparación con los
de la PAA: “La PSU es más predictiva del rendimiento que tendrán los alumnos en
la universidad. En todos los casos mejoró respecto de la PAA: en Matemáticas,
Ciencias y Lenguaje, aunque en ésta última sus índices aún son bajos (…)”.
Contradiciendo las críticas de los académicos de la UC, Manzi afirma que no se
puede decir que la capacidad predictiva de la PSU haya bajado sostenidamente:
“Bajó un solo año y después se mantuvo”.
Para Mónica Silva, es
evidente que esa capacidad de la PSU bajó: “Por eso, luego de ver la diferencia
de puntajes según la brecha, hacemos un segundo cálculo para medir el índice de
predictividad. Efectivamente, uno esperaría que se mantuviera este índice si la
diferencia de puntajes se explicara por el aumento en el número de personas que
dan la PSU. Porque si bien están rindiendo la prueba más alumnos pobres, no
significa que estén entrando más pobres a las universidades. Pero resulta que
el nivel de predictividad bajó mucho, cerca de un 4% en la PSU de Matemáticas.
Esto no se explica por la variación de la población que da la PSU, sino por
cómo la misma prueba ha cambiado, aumentado sus contenidos cada año”.
Respecto del perjuicio
evidente que sufren los estudiantes de establecimientos técnicos profesionales,
Manzi explica que el comité técnico (que él integra junto a David Bravo,
director del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile; Sebastián Donoso
Díaz, director del Instituto de Investigación y Desarrollo Educacional de la
Universidad de Talca; Ernesto San Martín, miembro del consejo directivo de MIDE
UC; y José Luís Saiz, profesor de la Universidad de La Frontera) intentó dar
una solución a ese tema: “Tratamos de ver temáticas evaluables para ese tipo de
establecimientos. Realizamos un banco de preguntas, las testeamos y hasta ahí
llegamos nosotros”. Y al momento de implementarse la PSU –explica- hubo
retrasos y urgencias que concentraron la atención de las autoridades
académicas.
-Fruto de los atrasos, la
solución para el mundo técnico profesional quedó postergada, hasta hoy –acota
Manzi.
¿QUÉ SISTEMA DE ADMISION SIRVE PARA CHILE?
Para la directora de
Fundación Equitas, Pamela Díaz-Romero, dedicada al estudio y a programas que
fomenten una sana distribución de ingresos y de oportunidades, la PSU no es el
instrumento adecuado para medir las capacidades de los alumnos. No se debe ver
sólo como un termómetro, afirma, pues es también un vehiculo de movilidad
social. Y sus efectos se sienten ya que aquellos estudiantes con bajos puntajes
sólo llegarán a universidades de calidad dudosa.
-Debe haber un termómetro
adecuado a la enfermedad que tienes. Si el sistema escolar es altamente
inequitativo, no puedes medir con una prueba que va a perpetuar la inequidad
-sostiene Díaz-Romero.
El sistema de admisión
chileno fue uno de los puntos cuestionados por la comisión especializada de la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en el informe
“Revisión de Políticas Nacionales de Educación”. El análisis afirma que el
sistema chileno “produce una distribución desigual de las vacantes en educación
superior entre los grupos socioeconómicos. Los alumnos de escuelas
municipalizadas y familias más pobres tienen mucho menos posibilidades de
aprobar la PSU que los de colegios privados y familias más ricas. Si la
aprueban, es menos probable que logren los puntajes más altos que les permite
tener acceso a los programas de apoyo financiero y a las mejores
universidades”.
La OCDE recomienda realizar
pruebas de admisión “más multidimensionales” complementadas con asignaciones de
cupos a estudiantes de escasos recursos. Es decir, una especie de “sistema de
cuotas”, que asegure una cantidad de matrículas a los estudiantes más pobres.
EL TERMOMETRO NO SIRVE
Mario Waissbluth, líder del
movimiento Educación 2020, afirma que no es posible cambiar el sistema de
admisión sin cambiar el sistema educativo en Chile, desde la educación básica
hasta la universitaria. Para ello, insiste, el rol del Estado debe modificarse. “Con la PSU estamos
diciendo que los jóvenes que están sacando 500 puntos pueden entrar a la
Universidad. Y 500 puntos implican haber contestado bien 12 preguntas de 70 (en
el caso de Matemáticas). Si eso lo llevamos a una evaluación de 1 a 7, 12
preguntas equivalen a sacarse 1,9. Sacarse 500 puntos en Lenguaje implica que
el alumno no entiende lo que lee. Nosotros planteamos que si de gratuidad se
trata, a estos estudiantes habría que ofrecerle un sistema ‘propedéutico’, un
año gratuito de formación en la universidad para que se asegure que entiendan
lo que leen, que sepan sacar porcentajes y que además les den orientación”,
declara Waissbluth.
La evaluación de los
puntajes de Waissbluth le da otra dimensión el problema. Si la PSU es un
termómetro, resulta evidente que está mal graduado. Unos ejemplos
escalofriantes lo demuestran: el piso mínimo para postular al Crédito con Aval
del Estado es 475 puntos, es decir, una nota de 1,6 (en Matemáticas) (Ver tabla). La beca Gómez Millas, para buenos rendimientos
académicos, se entrega a los que obtienen 550 puntos, un equivalente a 2,6. La
beca Vocación de Profesor, que busca atraer a buenos puntajes para que se
dediquen a la pedagogía y así mejorar el nivel de la educación, se entrega a
alumnos que obtuvieron 600 puntos o más: es decir, a partir de un 3,6.
Según los expertos
consultados por CIPER, un sistema que incluyera un Propedéutico permitiría que
los alumnos que entren a la universidad se “nivelen” y adquieran conocimientos
necesarios para entender sus ramos. Y la nivelación parece urgente.
El sistema de Propedéutico
funciona actualmente en las universidades de Santiago, Cardenal Silva
Henríquez, Alberto Hurtado, Tecnológica Metropolitana, Metropolitana de
Ciencias de la Educación y Católica del Norte.
En la Usach el programa se
inició en 2007 con el apoyo de la UNESCO y lo dirige Francisco Javier Gil. El
sistema permite que los alumnos con mejor rendimiento de cinco escuelas
técnicas, con los peores resultados en el Simce y de pocos recursos, puedan
acceder a la educación superior sin importar su puntaje PSU. Luego de
seleccionar a los estudiantes, el programa les imparte los ramos de Lenguaje,
Matemáticas y Gestión Personal durante cinco meses. Si los estudiantes asisten
a todas las clases, quedan matriculados para entrar al Bachillerato de la
Universidad con una beca de arancel completa y estudiar así una carrera
profesional.
Tomás Arraigada, de 18
años, asiste cada sábado en la mañana al propedéutico de la USACH. Actualmente
cursa 4º medio en el Complejo Educacional Pedro Prado, de donde egresará con el
título de Administrador:
-Antes de entrar al
propedéutico pensaba en seguir estudiando administración, pero también me
interesa ingeniería en informática. En mi casa no estaba la situación para que
pudiese estudiar en la universidad. Y tampoco me iba a endeudar porque es muy
caro. Quería trabajar y estudiar -comenta.
Ni su padre, que es maestro
de cocina, ni su madre, que es asesora del hogar, podían costearle a Tomás
estudios superiores. Ahora sí tiene la posibilidad. El programa permite que
cerca de cien jóvenes del primero y segundo quintil –con ingreso promedio
familiar entre $140.000 y $170.000 al mes- ingresen cada año a la Educación
Superior. En 2006, el puntaje promedio en la PSU de los egresados de estos
liceos bordeó los 380 y 390 puntos (cerca de 10 respuestas correctas en la
PSU).
El sistema, aunque acoge a
una minoría de jóvenes que ingresan a la educación superior, ha demostrado que
la mayoría de los alumnos que tienen un buen rendimiento en sus colegios
responde bien a las exigencias de sus carreras universitarias. “Del total de
alumnos de la generación de Bachillerato 2008 que ingresaron a través del
sistema Propedéutico, el 80% cumplía al término del primer semestre con el
mínimo de asignaturas que les permitía pasar al segundo año. Eso favorece la
sustentabilidad del programa”, señala un informe del Propedéutico USACH.
El sistema es caro porque
se requiere de muy buenos profesionales para suplir las carencias de arrastre
de los alumnos. “De los $200 millones que se solicitaron al MIneduc para la
infraestructura del Propedéutico, sólo se han recibido $116 millones. Hacen
falta recursos económicos para poder avanzar”, añade el informe de la UNESCO y
la Usach.
Según Mario Waissbluth,
estos sistemas permiten nivelar “hacia arriba” y no bajar la calidad de la
educación superior para adecuarla a las carencias de los recién matriculados.
Para ejemplificar la situación actual, Waissbluth narra una conversación con un
director de carrera del Instituto Inacap. El docente le explicó que el 50% de
los alumnos que recibía no eran capaces de comprender los textos que leían. Al
egresar, el 35 % estaba en el nivel inferior de comprensión de lectura.
Realidades como ésta, dice Waissbluth terminan por bajar los estándares de
calidad de las clases.
-Nuestro planteamiento es
que si de gratuidad se trata, es necesario ofrecer a los jóvenes un sistema
propedéutico, que el Estado licite. Financiar la gratuidad directamente a estos
jóvenes va a terminar por lapidar la plata del Estado, con los alumnos dejando
la carrera al segundo o tercer año y frustrándose igual -explica Waissbluth.
EL PESO DE LA PSU
El puntaje PSU no sólo
permite que las universidades tradicionales seleccionen a sus alumnos. También
es la llave de acceso a la mayoría de los sistemas de financiamiento de
aranceles. Uno muy importante es el Aporte Fiscal Indirecto (AFI) que premia
con dinero a las universidades que capturen a los 27.500 puntajes más altos de
la PSU. En 2008 la universidad que matriculaba a los puntajes más altos
recibieron un AFI de $1.300.000 por alumno. Para seducir a los postulantes las
universidades les ofrecen el primer año de la carrera gratis (Tabla 3). En 2010,
las cinco primeras universidades beneficiadas con el AFI fueron: Católica, de
Chile, Federico Santa María, de Concepción y de Santiago. Luego le sigue la
universidad privada “no tradicional” con más aporte fiscal indirecto: La Universidad Adolfo Ibáñez.
Tabla 3 |
La Universidad Católica recibió por AFI más de $3.800 millones, lo que equivale al 1,2% de sus ingresos totales en 2010. Para la USACH el AFI 2010 fue de $ 1.378 millones, equivalente a un 1,1% de sus ingresos y para la Universidad de Chile un 1,2%: $4 mil millones.
Esos ingresos interesan
mucho a las universidades lo que ha provocado que éstas le den cada vez más
importancia a la PSU en las ponderaciones para acceder a una carrera, en
desmedro de las notas del colegio.
Para Francisco Javier Gil
ese es un error: “El paradigma que existe dice que un buen puntaje PSU equivale
a mérito. Pero en realidad las universidades no ganan persiguiendo alumnos con
AFI, porque muchos de esos alumnos no se titulan”.
Otro problema más grave afecta al AFI. Sólo el 3,6% del
total de alumnos beneficiados proviene del primer quintil de la población y un
6,3% del segundo quintil. Lo que vuelve a confirmar que como la PSU es una
prueba que rinden mejor los alumnos de sectores más acomodados, se da la
paradoja de que el Fisco premia con dinero a los que más tienen. De hecho, los
alumnos con AFI que derivan del quinto quintil, con mejor nivel socioeconómico,
equivalen al 56,1% del total de beneficiados.
“El objetivo de la PSU es
seleccionar a los más capacitados para que estudien en la educación superior.
Cualquier otro uso, de asignación de becas, financiamiento u otro, no es
correcto. No fue creada para eso. Por lo tanto, si quieres asignar becas, no
puedes ligarlas a la PSU porque está hecha para otra cosa”, afirma Mladen
Koljatic. Y agrega: “¿Por qué 450 puntos como piso para dar becas? No hay ningún
motivo técnico para eso ¡Ninguno! ¿O la beca vocación de profesor con 600
puntos?¿Qué argumento hay?”.
El análisis de Koljativ
pone en tela de juicio los anuncios del gobierno de dar becas y créditos para
el 60% más pobre, siempre que sean “alumnos de mérito”. Sabiendo que es muy
difícil para los alumnos de establecimientos públicos obtener más de 450
puntos, dependerá de qué puntaje se considere “meritorio”, el número de alumnos
pobres que podrán acceder a la oferta.
Un ejemplo es la beca Juan
Gómez Millas, que cubría una parte del arancel de las carreras (con tope de
$1.150.000) de los alumnos de los dos quintiles más bajos que obtuvieran 600
puntos. En 2010 eso significó becar a 596. Y ello, porque obtener
600 puntos en la PSU es practicamente inalcanzable para los que pertenecen a
los quintiles más vulnerables. Este año el requisito para la beca Juan Gómez
Millas disminuyó a 550 puntos. Sin embargo, el 43% de los alumnos más pobres ni siquiera alcanzan los 450 puntos.
Para Giorgio Jackson, ex
presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, cambiar
la PSU era uno de los puntos más relevantes del petitorio de los
universitarios. “Lamentablemente se perdió esa demanda en el año, quizás fue
porque primaron otras demandas más fáciles de explicar. Pero, para mí la PSU es
una prioridad. Si no, no tiene sentido el cambio en la educación superior”.
LA PSU Y LA LICITACION QUE VIENE
En 2004, un año después de
la primera aplicación de la PSU y ante las críticas de que perjudicaba a los
alumnos de menores ingresos, la Universidad de Chile contrató a la organización
Educational Testing Service (ETS), para auditar la PSU. El informe
nunca se publicó ni llegó a manos de quienes ponían en duda la funcionalidad
del sistema de admisión.
Durante los años 2006 y
2007, un grupo de profesores, junto a la Federación de Estudiantes de la
Universidad de Chile (FECH) y de la Universidad Católica (FEUC), solicitaron el
informe. La casa de Bello se negó a entregarlo argumentando que el contrato con
ETS tenía una cláusula de confidencialidad que los obligaba. En julio de 2007
la disputa llegó a los tribunales cuando el presidente de la FEUC, Fernando
Zabala, y académicos como Francisco Javier Gil y Mladen Koljatic, más la
Fundación Pro Acceso solicitaron
que se les entregara por esa vía el resultado. Sospechaban que el
estudio mostraba que la PSU tenía problemas graves.
-El argumento de la
universidad fue muy raro. Sostuvieron en tribunales que la información no era
pública -explica el abogado demandante e integrante de Pro Acceso, Moisés
Sánchez.
Desde 2007, la Federación
de Estudiantes de la Universidad Católica ha insistido en que la PSU debiese
ser evaluada por un organismo internacional e independiente. Finalmente, el año
pasado el gobierno de Sebastián Piñera anunció que se llamaría a una licitación
para realizar un diagnóstico independiente.
-Nosotros queríamos que se
evaluaran las consecuencias sociales de la herramienta y cómo predecir mejor a
un buen alumno universitario. Pensamos que la licitación era un paso –dice
Giorgio Jackson, ex presidente FEUC.
En junio de este año, la
Web de Mercado Público informó cuales serían las bases de la licitación y con
qué parámetros se evaluaría la PSU. La publicación de las bases terminó
decepcionando a los dirigentes estudiantiles y académicos que habían exigido
que se realizara este estudio independiente: la licitación consideraría en un
40% la oferta técnica y en un 60% la oferta económica de los postulantes. Los
estudiantes criticaron que las bases habían sido hechas con el asesoramiento de
los mismos creadores de la PSU. Tal como lo confirmó Jorge Manzi a CIPER, gran
parte del contenido de estas bases de licitación surge de un documento hecho en
2007 por el Comité Técnico Asesor, en donde participan él y David Bravo, el
otro autor de la PSU.
Jorge Manzi agrega que los rectores de la Universidad de Chile y de Santiago,
que integraban el grupo que evaluaría técnicamente las propuestas de la
licitación, le pidieron al Comité Técnico su opinión sobre las ofertas que se
presentaron. Es así como el mismo comité que evalúa cada año la PSU, emitió su
punto de vista sobre las dos propuestas que se presentaron, beneficiando a la
que finalmente ganó la licitación, Pearson Education, una
empresa dedicada a la elaboración y venta de libros escolares y encargada de
realizar pruebas de selección en EE.UU.
El
26 de agosto pasado, la FEUC le manifestó sus dudas sobre la
transparencia del proceso al Ministerio de Educación. En la misiva, la
federación acusó que en nombre del rector de la Universidad de Chile, asistió a
las reuniones de la evaluación técnica el director(s) del DEMRE, Iván Silva, y
que durante ese proceso el psicólogo Jorge Manzi y el economista David Bravo
participaron asesorando el voto del rector de la Universidad de Chile. La
respuesta del Ministerio fue que se investigarían los antecedentes enviados por los estudiantes.
Sin embargo, a pesar de los
resquemores de los estudiantes y en medio de las protestas estudiantiles, la
adjudicación a Pearson Education se concretó en septiembre
pasado. La principal razón para que esta empresa ganara la licitación fue su
oferta económica: $176.153.458, casi la mitad que ofertó Australian Council for
Educational Research Limited (ACER), una empresa sin fines de lucro.
Para los académicos que
criticaron la elaboración de la PSU y la reciente licitación, Pearson no es una
desconocida en el mundo de las pruebas de selección. Ha estado involucrada en
más de una decena de escándalos por mal evaluación de pruebas, errores en
asignación de puntajes y desorganización en la aplicación de los exámenes. Tan
sólo el año pasado, en el Estado de Florida (EE.UU), sufrieron un atraso de un
mes los resultados de las pruebas de admisión por parte de Pearson. Y en Minnesota
(EE.UU), más de 180.000 puntajes presentaron errores de cálculo. El mismo
periódico The Washington Post publicó una larga lista con los problemas que ha
evidenciado la empresa en los puntajes de los test.
-No puede ser que los
mismos que van a ser evaluados, estén decidiendo quién los va a evaluar en la
licitación -señala el economista Mladen Koljatic.
Extraido de CIPER Chile
deberías aplicar más condensación en los artículos, o son textuales de la fuente donde los extraes?
ResponderEliminarSalu2
Trucha
Estimado Trucha
ResponderEliminarSe conservo la integridad de la investigación periodistica de CIPER.... si quiere resumenes interpretativos lea publimetro o la hora que además es gratis...
Se agradece el esfuerzo por leer el articulo igual... y su opinion es siempre considerada.
Yo lo encontré muy completo e interesante. Gracias !!
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