5 de septiembre de 2011

Francisco Gallego: "Me preocupa que se haga una gran reforma educacional tipo Transantiago"

por Julio Nahuelhual Muñoz (La Tercera) 

El economista y académico del Instituto de Economía de la UC dice que el debate sobre el lucro ha sido un distractor de lo que es más importante abordar: la calidad de la educación escolar en Chile.

Para Franciso Gallego, el debate sobre tener o no lucro en la educación escolar chilena es un distractor que nubla el profundo objetivo de mejorar la calidad de la enseñanza en Chile. "Creo que pisamos ese palito y no es el palito relevante", dice el experto en economía de la educación y académico del Instituto de Economía de la Universidad Católica.

En medio de una oficina llena de "papers" y una pizarra atiborrada de ecuaciones, el economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) explica que la solución al problema educacional en Chile no es fácil y teme que de alguna forma se esté gestando una política pública del estilo "Transantiago".

Pero Gallego desliza algunas propuestas y pone a la competencia como un factor clave dentro de lo que debiera ser el sistema de mejoramiento de la educación escolar. De hecho, menciona un reciente estudio junto a Robert Woodberry de la Universidad de Texas (Austin), donde la competencia entre misioneros católicos y protestantes favoreció la instalación de colegios y la educación en Africa durante el siglo pasado. "Los misioneros católicos fueron mucho más productivos en colonias donde tenían que competir activamente con los protestantes para tener alumnos en sus colegios (...) una actividad que es sin fines de lucro", afirma el economista.

¿Debiese haber lucro en la educación escolar chilena?

Más que el debate de si hay o no lucro, la discusión es cómo lograr aumentar la calidad en la educación escolar. En el "mundo ideal" es obvio que los colegios sin fines de lucro tienden a hacerlo mejor que los colegios con fines de lucro, pero no existe "el mundo ideal". La evidencia empírica más seria que tenemos hoy en Chile -el estudio de Chumacero y Paredes, y otro de Elacqua, Martínez y Santos-, dice que los colegios con fines de lucro no son tan distintos que los colegios sin fines de lucro en promedio, que los resultados educativos de los colegios con fines de lucro pertenecientes a conglomerados son comparables a colegios sin fines de lucro católicos, y que todos ellos lo hacen mejor que los colegios municipales. No es nada de claro que eliminar el lucro vaya a mejorar la calidad de la educación.

¿Entonces, el lucro no es el causante de la mala educación en Chile?

El causante de los problemas que tenemos hoy en Chile es la mala calidad de la educación y eso se ha desviado a este distractor que es el lucro. Creo que pisamos ese palito y no es el palito relevante, porque tiene al lado una mejor alternativa, que es tratar de tener un esquema institucional que vamos a tener con la ley de aseguramiento de la calidad. Este permite que a los colegios que no lo están haciendo bien con la plata que le estás entregando como sociedad, ojalá que en el tiempo más rápido posible, los sacas del sistema educativo.

¿Cuáles pueden ser los impactos de prohibir el lucro en la educación escolar?

Probablemente la calidad de los colegios baje, aplicando los resultados del estudio de Gregory Elacqua, y también la cobertura podría bajar o mantenerse, pero implicando costos mayores para la sociedad. Los costos de una política de este tipo debieran ser no triviales, con una transición complicada. Prefiero dedicar esa plata a aumentar la subvención, gastarla en educación preescolar o en educación universitaria.
En síntesis, creo que habría sido mucho más interesante que los parlamentarios y dirigentes del movimiento estudiantil hubiesen discutido y ojalá legislado respecto de cómo crear una institucionalidad que permita definir criterios para determinar el valor de la subvención escolar -incluyendo diferenciación por nivel socioeconómico y formas de focalización-, que el tiempo que han dedicado y los recursos que van a dedicar al tema del lucro.

¿Qué es lo que influye, entonces, en esta mala calidad?

Un tema fundamental es que con la subvención educativa que tenemos, de casi $ 50 mil por alumno en la subvención base, es muy difícil que cualquier tipo de colegio entregue la calidad de la educación que queremos. Más aún, sabemos que un niño de capital cultural bajo es mucho más difícil de educar que un niño de capital alto, por lo que para ese niño más pobre necesitamos entregar como sociedad mucho más de los cerca de $ 80 mil que hoy entregamos. Es decir, más financiamiento estatal y diferenciado. Por el otro lado, necesitamos una institucionalidad que garantice una calidad mínima.

Esa institucionalidad es la que pretende el gobierno ahora...

Lamentablemente el sistema político se demoró cinco años en implementarla. Tener una agencia aseguradora de la calidad de la educación y una superintendencia de Educación, las que debieran entrar en operación el próximo año, lo que hace es mirar a los colegios y prender las alarmas.

¿Es la única forma de ajustar la calidad mínima?

Hay dos maneras de ajustar la calidad mínima. Lo puedes hacer con la institucionalidad o puedes hacer un esfuerzo para que la oferta de colegios públicos sea lo mejor posible. Eso disciplina al resto y sube la calidad de los otros colegios. Si como sociedad hacemos un esfuerzo por mejorar la administración de los colegios públicos, los otros se disciplinan. La duda empírica que hay desde el mundo real es si yo como gobierno logre tener una buena oferta de los colegios públicos y esa respuesta no la tengo.

¿Y qué pasa con los profesores en este proceso de mejora de enseñanza?

Sabemos que un buen profesor hace la diferencia en el proceso de aprendizaje de un niño. Lo que no sabemos es qué hace a un buen profesor. Lo que necesitamos hoy es la mejor gente para pedagogía en los colegios y eso se hace en parte por la vocación de la gente o gastando más recursos. La otra cara es tener dos instrumentos de política: entregar más plata a los colegios y tener un sistema que esté garantizando calidad mínima, con lo que los colegios van a tener que contratar a mejores profesores. De esta forma, se va a premiar al que es buen profesor y eso va a generar un incentivo para que la gente empiece a estudiar pedagogía y, en el corto plazo, vas a tener incentivos para que incluso gente que está trabajando en otras profesiones, con una habilitación docente, pueda enseñar en un colegio. Y los malos profesores van quedando fuera, como pasa en cualquier profesión. Es un poco errado esperar mejorar las condiciones de los profesores sin mirar cómo les metemos más plata a los colegios.

¿Es necesario también hacer cambios en el estatuto docente?

Si se puede modificar para asegurar mejor la calidad de la educación, muy bienvenido, pero creo que todavía hay algo de espacio con la ley del ex ministro de Educación Joaquín Lavín de enero, de empezar a sacar profesores mal evaluados. Se podrían también introducir más programas que premien a los buenos profesores de cada nivel socioeconómico. Hay un programa en Chile que opera en esta línea, que se llama "Sned" y hay dos papers que muestran que tiene impactos no menores en los resultados de los niños (mucho más grande que el impacto de la jornada escolar completa) y que además es un programa muy barato. Los papers son de Dante Contreras y Tomás Rau y otro de mi autoría.

¿Por qué un sistema mixto y con copago en la educación escolar debiera funcionar, si en ninguna parte del mundo se ha logrado constatar una experiencia exitosa?

Ese no es argumento para no tenerlo. Chile ha sido innovador en muchas políticas exitosas respecto de otros países y si hubiésemos seguido esa lógica no hubiésemos aplicado las AFP, el Auge, etcétera. También hay que comparar a Chile con países de ingresos similares. No metamos a Finlandia en esto. Dado los países de ingreso similar, no tengo evidencia sistemática que el sistema chileno sea mejor o peor que otros. Lo que sabemos es que es un sistema que ha aumentado la cobertura sustantivamente, eso es algo muy importante, y que ha mejorado algo la calidad, aunque no tanto como quisiéramos, en parte sustantiva, porque la subvención ha sido mal diseñada -baja y plana- y porque la fiscalización estatal ha sido muy pobre. Si a esto sumas que los costos de cambio a otro esquema institucional serán probablemente sustantivos, mi opinión es tratar de mejorar la calidad dentro del esquema institucional actual, pero subiendo la subvención y fiscalizando que los colegios entreguen una calidad mínimamente aceptable por la sociedad, cosa que hoy no sucede.

Siendo realista ¿cuál cree que será el resultado final en materia de reforma educacional tras estos meses de marcha, debate político y crisis social?

La verdad es que no tengo muchos elementos de juicio para predecir,
pero me preocupa de sobremanera que se haga una "gran reforma" tipo Transantiago, en que por los defectos del sistema actual terminemos peor y con costos altísimos que tienen usos alternativos, en mi opinión, más eficientes.

Extraido de La Tercera

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