24 de octubre de 2011

Detrás de la capucha, la desesperanza

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Nuestro Ministro del Interior, fiel a su formación militar, imagina que matando a un par de jóvenes encapuchados se terminarán los desórdenes y los daños a la propiedad. Olvida que ese tipo de política sólo conduce a guerras eternas y que también hay una versión humanista de la consigna “se mata la perra, se acaba la leva”.

Ésta es, que atacando las causas de un fenómeno se superan sus síntomas.

Pero ningún líder gubernamental analiza las causas de lo que ocurre hoy en Chile. Inspirados en Villegas, se conforman con la simpleza de pensar que los jóvenes quieren saquear y protestar por el gusto de hacerlo. Por no haber sido bien criados por sus padres.

Pero los padres de los actuales adolescentes se formaron en una sociedad donde dominaba la violencia. Donde el Estado ejercía la tortura y el asesinato como método de resolución de conflictos, donde todo era legítimo para impedir el triunfo del comunismo. Los guardianes de la ley podían degollar o secuestrar a los discrepantes. Los encargados de los interrogatorios no sólo poseían instrumentos de tortura, comprados con recursos fiscales, en casas habilitadas para ello, sino que, como botín de guerra, les era permitido violar a las “jóvenes subversivas”.

Los padres de los jóvenes encapuchados vieron cómo unos pocos se tomaban el país recibiendo las empresas del Estado, los inmuebles de los muertos, los predios que se había entregado de manera transitoria a campesinos. Si la muerte no era importante para los líderes que en 1989 contaban con el 45% del electorado, si aún hoy los que defendieron y apoyaron la liquidación de humanoides a través de todas las vías posibles, en 2010 tuvieron el apoyo de más del 50% de la población. Si se bombardeó La Moneda para expresar el repudio a un Gobierno elegido constitucionalmente, ¿Por qué no se puede romper los semáforos o quemar los buses que han sembrado la desesperación entre la mayor parte de las familias santiaguinas? ¿Por qué no se puede manifestar con piedras una discrepancia?


Tras cada capucha existe la convicción de que no son los adolescentes los que construyen las armas, los que declaran las guerras, los que purifican cocaína, los que se hacen millonarios con el comercio internacional de drogas, los que buscan prostitutas infantiles, los que han recreado la actual forma de hacer política, los que cobran intereses usureros y que como los ejecutivos de La Polar ni siquiera pasan cerca de la famosa puerta giratoria.

Los jóvenes que se cubren con una capucha, no quieren mirar nunca más la sociedad que los adultos hemos construido para ellos. No tienen en quién confiar y claman por ayuda. ¿Los pueden ayudar curas pedófilos, profesores amargados, padres ausentes, golpeadores o alcoholizados, madres abandonadas, sostenedores y dueños de universidades que no tienen nociones elementales de educación?¿Pueden confiar en líderes políticos que disponen personalmente de recursos fiscales, porque ganan sueldos “miserables” o “reguleques”. ¿De Alcaldes que se roban sus exiguas arcas? ¿De gobernantes que les dan un voucher, por un subsidio, para que sus padres reconstruyan sus casas y sus vidas? ¿De un Estado que les niega una salud y educación de una mínima calidad?

La TV, su principal medio educativo, les enseña diariamente que para opinar o figurar, para ser invitado a programas o discoteques, hay que insultar y hablar golpeado. Al mismo tiempo les muestra la belleza, los balnearios brillantes, las rubias sin grasa, las musculaturas envidiadas, el éxito de los footballistas que lo consiguieron.

La mayoría nunca tendrá acceso a esa belleza. Imposible con sus nombres, sus barrios, la precariedad de sus trabajos, la pobreza de sus salarios o propinas. Nunca con una educación que no educa, que no sirve para encontrar trabajo, que los endeuda de por vida. Que les ofrece títulos inexistentes con publicidad engañosa.

Tras la capucha se esconde la desesperanza.

Desesperanza que se encuentra cruda y pavorosa en cifras del Ministerio de Salud. El suicidio aumenta sistemática y aceleradamente entre los jóvenes chilenos. En "Tendencia al suicidio 2010" , se informa que el 76% de los jóvenes chilenos entre 18 y 28 años admite que ha pensado alguna vez en quitarse la vida y que el 71% ve su futuro con pesimismo. El 81% se ha sentido inútil, el 82% fracasado y con ganas de "abandonarlo todo"; el 75% "a veces nota que podría perder el control sobre sí mismo"; el 73% tiene poco interés en relacionarse con gente y el 71% considera que quitarse la vida es una opción frente a una situación desesperada. La causa inmediata al momento del suicidio sería esta sensación de desaliento o una depresión no tratada, porque la mayoría de los suicidas se encuentra entre los jóvenes de menores ingresos, es decir en aquéllos que no tienen acceso a atención siquiátrica.

Está claro, entonces, que a muchos jóvenes encapuchados no les importa morir. No quieren ser viejos pobres. El hambre de lo que no tienen, o del dinero para obtenerlo, los domina. Es por eso que cada vez se embarcan en operaciones delictivas de mayor riesgo, o se entregan con furia a las drogas y el alcohol. Es otra forma de morir. Lo saben y no les importa.

Por lo tanto, la amenaza de muerte, o los deseos de cadena perpetua de los líderes de opinión, no puede asustarlos. No acabará la leva. Y los adultos nos quedaremos con la vergüenza de haber construido un país con una juventud que no quiere vivir.

Título Original: "Detrás de la capucha"

3 comentarios:

  1. la mejor descripción de un personaje "looser"... si la historia de la humanidad, siempre ha sido así... tortura... terrorismo de estado (monarkias, sres. feudales, los griegos y su "democrcia"... etc... etc...

    Salu2

    TRUCHA

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  2. Siendo yo un convencido y activo adherente de las causas sociales que buscan desmoronar a los sinvergüenzas políticos y egoistas empresarios, declaro.... ¡¡¡me cago en los encapuchados!!!. ojalá fueran encarcelados de una vez y por muchos años. Por culpa de ellos la causa se desprestigia y peor aun, mucha gente sufre el destrozo de sus vidas. ¿Justificar lo injustificable? No gracias

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  3. Aguante los que luchan en la calle, es la unica lucha que sirve de verdad. No como las marchas de esos tipos con complejos de hippie que quieren hacerlo todo ''pacificamente''. Vallan a ponerle flores al guanaco, alomejor les sirve haha. En fin, me importa un bledo lo que piensen esos tipos, la masa de gente que se atreve a encapucharse y pelear cada dia crece mas, esto es una bola de nieve. Ciegos y estupidos burgueses pronto todos caeran!
    Aguante el movimiento estudiantil real, abajo los ediondos a UDI o RN que buscan todo por el dialogo.

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