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La noche del miércoles 23 de febrero, después de las 4 de la mañana terminaba una de las presentaciones que nos hizo reflexionar y recordar que por nuestras venas corre sangre latinoamericana. Calle 13 vino desde Puerto Rico a darnos una verdadera clase de cómo se comportan los referentes, por una serie de cosas que van más allá de la proclama “fuerza mapuches” escrita en su espalda.
Se acercaban los días en que Calle 13 vendría a presentarse frente al público del Festival de Viña del Mar, y en Twitter los chilenos copaban a @Calle13Oficial (el usuario de René Pérez Joglar, a.k.a. Residente) con invitaciones a asados, cervezas o simples conversaciones.
El fenómeno se pone interesante cuando a los ciudadanos digitales se sumaron políticos, presidentes de federaciones de estudiantes, cabecillas de importantes organizaciones ciudadanas, figuras públicas en general, pidiéndole a Residente que se reuniera con ellos para conversar sobre diferentes temas de contingencia chilena, o simplemente invitándolo a que lanzara una serie de proclamas (Patagonia sin Represas, Reconstrucción Digna, etc.).
¿A qué se debe esto? Simplemente a que hoy en día la ciudadanía no cuenta con un referente, político y social, sólido en la música chilena. Debe acudir a extranjeros para suplir ese vacío que no han sabido llenar nuestros compatriotas. ¿Dónde está esa figura que infunde respeto, pero también mueve grandes masas de chilenos? Nadie lo sabe muy bien, pero la noche del miércoles Calle 13 entregó algunas pistas.
El gran grueso del público de Calle 13 son jóvenes que mueven la industria del consumo musical y que no estuvieron en dictadura (o simplemente no la vivieron, porque aún se alimentaban del pecho de sus madres), por lo que exigir ahora una Violeta Parra, un Víctor Jara o incluso un Jorge González es anacrónico y fuera de lógica. Crecieron y se formaron en un pujante neoliberalismo y sociedad del consumo y, por lo mismo, no es de extrañar que desde la cima del mainstream, Calle 13 remueva las neuronas -y más de alguna hormona- en ese público. En la pequeña escala de la industria chilena, los músicos están más dispuestos a pelear batallas identitarias respecto a su independencia musical que a dar batallas políticas.
Mientras los artistas chilenos tienen como meta en Viña obtener la mayor cantidad de estatuillas posible, Calle 13 daba otra pista, una verdadera cátedra. Se subieron al escenario con una meta clara: entregar su arte, con alegría y contenido. El foco de los artistas chilenos es una gaviota, que se puede traducir como un “resultado egoísta”, un “yo triunfé”. El foco de Calle 13 era el público: lo que buscaron era encender una llama en el pueblo y hacerlo sentir actor relevante de su país y continente, hacerlos sentir triunfadores por el mero hecho de ser latinoamericanos. Calle 13 rechazó ser ovacionado por un público entregado en pleno.
Finalmente, Residente muestra con sus letras que él se sitúa en el mismo lugar que el público. Su música habla de los pobres y la clase media, de los que recibieron poca educación, de los débiles. Residente nos habla como un desplazado, pero no lo hace de manera anecdótica. Habla en la misma frecuencia, con la soltura del honesto, porque así como su público, Residente vivió de una manera que muchos consideran digna de un paria, pero que hoy en día son una mayoría en Chile. Residente habla con cercanía, ésa que en la Quinta Vergara fue expresada en ese final lanzándose al público.
Con discurso, entregado a su público, cercano y con ellos es cómo se comporta un verdadero referente.
Ésas son las razones, y no esa fama de rebeldes que les antecede, porque en ese caso se puede nombrar fácilmente una docena de casos más notables -se me viene a la cabeza el colectivo canadiense Godspeed You! Black Emperor y la contratapa de su disco Yanqui U.X.O. en donde publicaron un diagrama de flujo que muestra los vínculos entre las grandes disqueras y la venta de armas estadounidense-. Durante las últimas semanas, las diferentes escenas musicales chilenas han dado mucho que hablar -basta con ver, por ejemplo este reportaje de El País o este artículo en jenesaispop.com, que hablan del auge del pop chileno-. Sin embargo se observa que está lejos de tener un fenómeno como Calle 13 en sus filas.
Hoy en día pareciera ser que el músico chileno le tiene más miedo a perder su público por cambiarse a un sello grande que a perderlo por tener un discurso crítico y, algo peor aún, le teme más a perder seguidores que a dejar una huella imborrable en ellos. Al igual que su público, los nuevos músicos no vivieron en dictadura, sin embargo viven con miedo. Residente nos lo recuerda en sus letras: “No se puede escribir sobre el dolor cuando se escribe con miedo”. Cuando haya músicos que dejen de temerle a sus propias canciones (algo en donde Camila Moreno dio un primer paso en Olmué 2010) empezaremos a ver el nacimiento de esos referentes perdidos. El siguiente paso sería lograr generar una cercanía con el pueblo chileno, ya sea con sus letras o giras. Así como no se puede hacer una revolución por Twitter, tampoco se puede hacer tocando en el Club Amanda con entradas de 10 mil pesos.
Hoy en día no falta creatividad, faltan cojones.
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