por Ginnia Silva Amaya
Cuando sentimos que quienes nos representan ya
no lo hacen, además no escuchan nuestra demandas o están defendiendo
intereses que no son los ciudadanos, es cuando se a sale a las calles a
gritar lo que se cree, a decir lo que no es escuchado.
Eso fue lo que sucedió en este movilizado 2011, en todo el mundo,
indignados en España, primavera árabe, protestas en Grecia, estudiantes
en Chile, Colombia, Brasil, México, los ocupantes de wall street y los
cambios profundos y sin violencia ni caos de Islandia.
Ciudadanía harta de pagar los costos sociales de políticas
económicas perversas basada en la sobre explotación de recursos
naturales y humanos, del sobreendeudamiento, de la ganancia grosera de
unos pocos a costa del trabajo de todos los demás.
Demás está recordar La Polar, un caso grosero de abuso a los
consumidores, los más pobres en el sistema, que felices de acceder a una
tarjeta de crédito se endeudan para alcanzar bienes de consumo que se
ofrecen por todos los medios y a los que quieren tener acceso, lo hacen a
precios usureros, cuando caen en morosidad les repactan unilateralmente
y aun así siguen pagando.
Estudiantes nos mostraron a gritos que la educación pública chilena es
mala, que su calidad lejos de mejorar con subvenciones a privados sólo ha
bajado más y que está lejos de ser una posibilidad de movilidad social.
Manifestaciones de repudio a HidroAysen, proyecto
millonario, que ha sido promocionado y apoyado por diversas autoridades
políticas y gobiernos de turno, con lobby inédito en Chile.
Por años muchos creyeron que este era un proyecto del estado chileno, por
todo el apoyo que le han dado, pero no, es un proyecto de PRIVADOS,
cuyas ganancias serán para ellos y los costos sociales y ambientales
para todos los chilenos.
Esta ciudadanía, que como yo, salió a la calle a decir que no quería represas en la Patagonia. Que le duele ver como se reprime y discrimina al pueblo Mapuche, que
como yo, se indigna por la calidad de la educación y apoya a los
estudiantes, niños, que nos han mostrado a los adultos nuestra desidia,
nuestro silencio cómplice con un sistema político que nos ahoga y con
una clase política que no es capaz representar y menos defender nuestros
intereses.
Mire la prensa estos días y vea como todas coaliciones están solo
interesadas en sobrevivir y mantener el poder, en como endosan sus
votantes cuan corderos a sus sucesores mientras ellos deciden continuar
sus carreras políticas a otro nivel.
Sentido común nos dice que urgen cambios profundos y que esos cambios
no tienen por que ser catastróficos para la ciudadanía, se puede como
en Islandia, que ahogados por deudas de la banca deciden no pagar,
cambiar a sus representantes y sobre todo cambiar la constitución, de
acuerdo a nuevos tiempos, sin traumas y con la ciudadanía.
Chile necesita, puede y merece un cambio político, económico y constitucional.
Facilitado por el autor, publicado originalemente en El Llanquihue, Puerto Montt.
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