por Philippe Pons (Le Monde)
La
muerte repentina del dirigente norcoreano se produce justo cuando el
país se halla en medio del vado, tratando de superar su aislamiento
internacional y de relanzar una economía moribunda. Se produce en
vísperas de la celebración, el 15 de abril de 2012, del centenario del
nacimiento del “padre fundador” de la nación, Kim Il-sung, fallecido en
1994, que debería marcar el advenimiento de un “país fuerte y próspero”,
y cuando el proceso de sucesión de Kim Jong-il por su tercer hijo, Kim
Jong-un, apenas había comenzado.
Anunciada por la televisión el lunes, 19 de diciembre a mediodía, Kim Jong-il falleció en realidad dos días antes, el sábado por la mañana, cuando viajaba en tren para realizar una de sus visitas habituales sobre el terreno. El destino del viaje no se ha dado a conocer. Por lo visto, Kim Jong-il ha sido víctima de una crisis cardiaca fulminante. Su hijo, Kim Jong-un (28 años), ha sido presentado por los medios de comunicación oficiales como sucesor designado del difunto dirigente. “Todos los miembros del partido, los militares y el pueblo deben seguir fielmente al camarada Kim Jong-un” y “reforzar el frente unido formado por el partido, el ejército y el pueblo”. Los funerales tendrán lugar el 28 de diciembre. La persona nombrada para presidir la ceremonia revelará en cierto modo la nueva estructura de poder alrededor de la figura del sucesor designado.
Anunciada por la televisión el lunes, 19 de diciembre a mediodía, Kim Jong-il falleció en realidad dos días antes, el sábado por la mañana, cuando viajaba en tren para realizar una de sus visitas habituales sobre el terreno. El destino del viaje no se ha dado a conocer. Por lo visto, Kim Jong-il ha sido víctima de una crisis cardiaca fulminante. Su hijo, Kim Jong-un (28 años), ha sido presentado por los medios de comunicación oficiales como sucesor designado del difunto dirigente. “Todos los miembros del partido, los militares y el pueblo deben seguir fielmente al camarada Kim Jong-un” y “reforzar el frente unido formado por el partido, el ejército y el pueblo”. Los funerales tendrán lugar el 28 de diciembre. La persona nombrada para presidir la ceremonia revelará en cierto modo la nueva estructura de poder alrededor de la figura del sucesor designado.
Aparentemente, la población conocía la noticia desde primera hora de la mañana: en las universidades, según un testigo, los estudiantes lloraban sobre sus pupitres. Residentes extranjeros en Pyongyang informan de que en la ciudad reina un silencio fúnebre.
El régimen presenta la segunda sucesión dinástica en la República Popular Democrática de Corea (RPDC) como la “mejor solución” con vistas a asegurar la continuidad y la estabilidad del país, que sigue considerándose amenazado por EE UU. Estos argumentos son los mismos que ya se habían utilizado para legitimar la sucesión de Kim Il-sung por su hijo Kim Jong-il en 1970-1980. El ascenso de Kim Jong-il en el aparato del partido y del Estado había durado una decena de años. En el caso de Kim Jong-un, fue presentado en público hace apenas dos años y después nombrado general de cuatro estrellas y vicepresidente de la Comisión Militar Central del Partido del Trabajo durante la asamblea de sus miembros de septiembre de 2010. Desde entonces acompañaba regularmente a su padre en las visitas sobre el terreno, en particular a unidades del ejército.
Aunque de momento todo indica que esta sucesión ha sido aceptada por la élite dirigente, los analistas en Corea del Sur se muestran prudentes, pues entienden que el joven Kim será el símbolo de la continuidad del régimen, pero probablemente estará controlado de cerca por el entorno inmediato de su padre (la familia, consejeros privados y militares) y no dispondrá de la misma autoridad: en un primer periodo, la dirección del país será colegiada. El órgano supremo del Estado es la Comisión de Defensa Nacional, que presidía Kim Jong-il, y de la que forma parte, además del alto mando del ejército, el cuñado del difunto dirigente, Jang Song-taec, llamado a desempeñar un papel crucial en los próximos tiempos.
Kim Jong-un y la élite dirigente heredan un país en transición. Bajo el aparente inmovilismo del régimen y la pesada tapadera de la represión, la sociedad evoluciona. La aparición de hecho de una economía de mercado tras la hambruna de la segunda mitad de la década de 1990 dio pie a la aparición de una nueva clase de comerciantes y especuladores. Esta economía paralela ha agravado asimismo las disparidades sociales y se halla en el origen de una corrupción que se ha extendido a toda la sociedad: el dinero se ha convertido en el lubricante indispensable de los negocios.
Al mismo tiempo, la información, procedente de China, circula en mayor medida que antes. Combinada con esta semiapertura de hecho de una parte de la sociedad, la expansión del mercado ha ampliado el horizonte de la juventud más allá de los objetivos colectivos. Si antes la pertenencia al partido único era una garantía de privilegios, ahora su papel se ha visto mermado.
Apuntalada por China, la RPDC se ha vuelto asimismo más dependiente, desde el punto de vista económico y político, de su aliado, como reflejan varios grandes proyectos de desarrollo económico impulsados junto a la frontera entre ambos países. Además se han adoptado nuevas medidas encaminadas a atraer la inversión extranjera. “Gracias al general Kim Jong-un, la estabilidad política en nuestro país está garantizada”, dijo hace pocas semanas, en Pyongyang, Kim Ji-hyok, consejero jurídico de la Comisión para la Inversión Extranjera.
La muerte de Kim Jong-il se produce en un momento en que se apuntaba una reanudación del diálogo con EE UU con vistas a preparar la vuelta a la mesa de negociaciones de los seis (China, las dos Coreas, EE UU, Japón y Rusia) sobre la cuestión de las ambiciones nucleares norcoreanas. Un expediente que exigirá decisiones que Kim Jong-il tenía sin duda la autoridad para imponer a los elementos más duros del régimen. ¿Se podrá decir lo mismo del nuevo equipo dirigente?
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